Olga, siempre en positivo

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Valeria Gorri

Olga Salvemini, educadora de profesión, se siente en paz consigo misma. Desde pequeña, su familia le inculcó valores sólidos. Hija de inmigrantes, Nicolás Salvemini y Elizabeth Cerny, considera a su madre la persona más importante en su vida y una auténtica mentora.

Es nieta de Maximiliano Cerny, quien luchó en la Segunda Guerra Mundial, y la menor de tres hermanos: Sergio y Susana.

Nacida en 1972, Olga creció en un hogar donde sus padres siempre lucharon por su bienestar y felicidad. Ellos le enseñaron el valor de la honestidad y siempre respetaron sus decisiones, valorando cada uno de sus esfuerzos.

Cursó la primaria en un colegio de monjas y realizó su secundaria en una escuela premilitar.

Olga y sus hermanos siempre fueron muy unidos. Su padre, al llegar a Venezuela, comenzó a trabajar como submarinista. Posteriormente, fundó desde cero dos empresas, gracias a su inteligencia y habilidades para los negocios. Sin embargo, con el tiempo, su salud se deterioró, lo que obligó a Olga y sus hermanos a ajustar sus estilos de vida para apoyar económicamente a sus padres.

Curiosamente, sus dos hermanos se casaron el mismo año y comenzaron sus propias vidas. Mientras tanto, Olga se quedó en casa cuidando de sus padres, ya que habían perdido sus empresas debido a la enfermedad de su padre. A pesar de las dificultades, sus progenitores les enseñaron a vivir tanto en la abundancia como en la escasez.

Con el tiempo, Olga se graduó de bachiller, y aunque comenzó la carrera de Administración, decidió abandonarla en el segundo año. Pronto se dio cuenta de que lo que realmente le apasionaba era trabajar con niños. Recordó lo feliz que había sido a los 14 años cuando, en una de las empresas familiares, crearon una iniciativa llamada "La Escuelita", donde ella y su hermana enseñaban a leer y escribir a los más pequeños. Esa experiencia despertó su verdadera vocación.

Cinco años después, se graduó como profesora en educación preescolar, cumpliendo así su sueño de dedicarse a la enseñanza.

En el ámbito amoroso, Olga tuvo dos relaciones importantes. Su primer amor comenzó a los 14 años y duró 12 años, pero terminó. A los 26 años conoció a Juan José Cándido, un venezolano de padres portugueses, con quien se casó y tuvo a su hijo, Nicolás. Su matrimonio fue pleno durante 10 años, hasta que en 2012, la vida dio un giro inesperado con la muerte repentina de Juan José. Enfrentó miedos, soledad, angustia y un dolor profundo, pero nunca se dejó vencer, ya que su hijo, que aún no cumplía 8 años, era su razón para seguir adelante.

Dos años después de enviudar, Olga se mudó a Panamá, enfrentando numerosos desafíos. A pesar de todo, siempre mantuvo la esperanza de que saldría adelante, repitiéndose a sí misma que hay que vivir los sueños y no rendirse.

Con gran ilusión, abrió una guardería, pero lamentablemente tuvo que dejar atrás ese sueño, al que había dedicado tanto amor y esfuerzo. A pesar de esta pérdida, Olga se mantuvo firme con la convicción de que "las cosas siempre mejoran". Aprendió que, cuando se actúa con humildad y sin dañar a nadie, se adquiere la fortaleza para seguir adelante.

Hoy, Olga sigue trabajando como educadora, una labor que la llena y para la que se ha preparado toda su vida. Aunque a veces la invade la tristeza, nunca deja de sonreír ni de mantener esa actitud positiva que la ha acompañado en los momentos más difíciles, ayudándola a cumplir sus sueños.

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